Es evidente que en toda conducción y fundamentalmente en la política, existen muchas debilidades y fortalezas, en la medida que quienes tienen el ejercicio del gobierno no se percaten de sus propios errores e insistan en revalorizarlos frente a quienes se oponen a sus acciones.
Depende en mucho de la sensatez y el precindir, por lo menos en las decisiones que hacen al contenido económico-social, del excesivo egocentrismo que, puesto por delante de las problemáticas, constituye un contratiempo, muchas veces, difícil de superar.
La suspensión del viaje del presidente Milei a España para recibir un reconocimiento personal -no institucional en calidad de presidente argentino- podría resultar un episodio anecdótico, si no fuera por los motivos esgrimidos: “Atender problemas inherentes a los institutos que hacen a la Democracia, hoy en riesgo”.
Tácitamente está reconociendo el presidente libertario que su estructura tambalea ante las reacciones que una parte de la sociedad y sectores de los poderes tanto Legislativo como Judicial, le están planteando claramente que así no se puede seguir gobernando.
Naturalmente que Javier Milei, que se siente impelido por las “fuerzas del cielo”, que está predestinado -porque así lo marca la historia- a ser un líder en el mundo del liberalismo, no lo quiere ver o se resiste a aceptar que llegó al poder como un medio y que utilizó parte de la sociedad que estaba cansada de los fracasos gubernamentales de las últimas décadas.
No comprender ni entender que existen límites que determinan parar la marcha, recapacitar, analizar y reconvenir, es directamente incinerarse socialmente.
Si algo ha caracterizado al presidente libertario-anarcocapitalista, es desconocer el fracaso, admitir el error y reencauzar las situaciones.
Normalmente redobla las apuestas y siempre va por más; para ello instrumenta estrategias diversas sobre un mismo tema, donde contempla: éxito, fracaso y opción alternativa.
Esta mecanización de su operativa le ha venido dando resultados, en tanto son muy pocos los que se animan a jugar siempre en el “filo de la cornisa” y Milei sí lo hace, desconociendo las consecuencias que entraña una derrota en su capital político.
En estos momentos tiene dos o tres escenarios de conflictos muy difíciles de resolver. En uno ya “entronizó” a la Ministra de Seguridad y le dio formalmente su apoyo en todo lo acontecido en oportunidad de los hechos acaecidos durante la llamada “Marcha de los jubilados”, donde la participación de grupos que se dijeron son “barras bravas” de distintos clubes, generaron una batalla en calles de la ciudad de Buenos Aires, con heridos, algunos graves, detenidos y una multiplicidad de daños que el encontronazo tuvo como factor derivante.
El otro ámbito donde se discute hasta dónde llegará la decisión presidencial está referida al Decreto por el que designa en comisión dos nuevos miembros de la Corte Suprema de Justicia, habiendo -hasta ahora- sido incorporado y tomado juramento ante los jueces del Alto Tribunal, Manuel García Mansilla, no así el de Ariel Lijo.
El haber sorteado la obligación que marca la Constitución Nacional que los Jueces de la Corte Suprema deberán ser aprobados por el Senado de la Nación, a criterio de la mayoría de los abogados constitucionalistas es una falta grave contra uno de los poderes del Estado e invalida la incorporación en Comisión de un Juez de la Corte cuando no se dan las causales que le darían respaldo a la determinación gubernamental, dado que el Congreso está habilitado para resolver en sesiones ordinarias.
Ya se menciona que estarían los votos necesarios en la Cámara Alta para rechazar ambos pliegos, tanto de García Mansilla, con lo cual quedaría sin efecto la jura instrumentada, como el de Ariel Lijo que está esperando una resolución legislativa.
Dos frentes, dos conflictos y un marco social efervescente que está señalando que los próximos días serán extremadamente difíciles.
A este marco hay que sumarle las luchas intestinas de cada sector. El oficialismo se está partiendo, en razón de los acercamientos y las líneas que conducen a diferentes ámbitos del poder. El PRO no hace pie, tambalea y Mauricio Macri va cambiando de andariveles de acuerdo al oleaje y su gente o aquellos que siempre le han respondido están a medio camino entre los amarillos y los violetas.
Del peronismo-kirchnerismo y alguna que otra línea que deambula entre esas dos tendencias se juega un partido sin capitanes. Siendo muy notoria la ausencia de nombres que puedan resultarle atractivos a un sector de la sociedad que está desconcertado, sin ver objetivos ni futuro cercano. Solo perciben enfrentamientos de los mismos de siempre para alcanzar más poder.
Es evidente que el “triángulo de hierro” y los más cercanos colaboradores, entre los que se cuentan Guillermo Francos, Manuel Adorni y Patricia Bullrich, están generando expectativas en torno a un posible golpe de Estado; una nueva de humo que intenta tapar otros conflictos más graves por el caso el criptogate.
Un proceso desestabilizante era esperable hace varios meses y para muchos fue una sorpresa que no sucediera; inclusive para el periodismo que sigue alentando e informando siempre a favor del gobierno, sostienen que ya se menciona que la “luna de miel” sociedad-nuevo gobierno ha comenzado a deteriorarse. Todo forma parte del mismo relato.
La intransigencia demostrada por el presidente Milei, según las palabras pronunciadas en el cierre de ExpoAgro, señala que el “Vamos por todo y más” está en plena vigencia y es el objetivo que se ha fijado el libertario y del cual no se piensa apartar. Esta sí es una realidad de quien confía en que podrá imponerse contra todos.
El poder cuando es ejercido con criterio y sensatez: CONSTRUYE, cuando se ejecuta desde el totalitarismo es DESTRUCTIVO.
Javier Milei y los integrantes del “triángulo de hierro” están jugando con fuego.
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