SÁBADO 07 de Septiembre de 2024
 
 
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Demasiado apurados...

En varias oportunidades hemos hecho referencia a una reflexión que se ajustaba idealmente para la política. Cuando se trata de definir acciones en las que van insertas opciones de poder a futuro, se debería analizar que “si procuraras adelantarte, podés perder, si te pasas del tiempo quedás afuera de la contienda, lo difícil es llegar justo”.

Si bien el análisis podría resultar simplista, el tema de las negociaciones partidarias para alcanzar a tener chances electorales también son simples y van acorde al peso específico de los nombres que la prohijan.

Estamos a poco más de seis meses de un gobierno nuevo, extraño, conflictivo, disruptivo, que ha puesto sobre el escenario nacional “romper el Estado protector” y convertirlo en una herramienta de acotadas funciones.

Por otro lado, este gobierno apuntó a la instrumentación, “caiga quien caiga”, a la libertad del mercado y a la imperancia de la libre competencia, con las consecuencias que son notorias y señalan un profundo reacomodamiento en lo social, económico, monetario, productivo, industrial y en la inserción internacional.

Hasta este punto se ha avanzado a los empujones, con situaciones que no resultaron gratas, enfrentándonos a nivel diplomático con países que han resultado bastiones en las diferentes formas de la comercialización de uno y otro lado, e internamente están los resultados a la vista: bajó la inflación, pero la gente no tiene poder adquisitivo y han comenzado a cerrar Pymes y empresas de 80 años de existencia, como el caso de Canale en Mendoza que, por otra parte, no es la única que tiene en mente poner fin a décadas de ser una columna para la industria y producción nacional.

Mientras estos síntomas son los que se ven y sufren, el presidente Javier Milei, mandoble en mano, anuncia la reconversión de más de 100 leyes y normativas, que tiene en carpeta para poner en marcha el futuro ministro de regulación, Federico Sturzenegger.

Ante el anuncio ya advirtieron sectores legislativos que hicieron lugar a la Ley Bases y a la Reforma Fiscal, que no tratarán en el futuro paquetes de leyes, haciendo notar su disconformismo. Una advertencia que pareciera que no tiene en cuenta el equipo gubernamental.

En el medio de este desquicio, ya aparecieron los apurados que pretenden armar fuerzas para el 2025, elecciones de medio término y, si las cosas salen bien, tener las fuerzas para el 2027.

En un escenario se han subido aquellos que, de alguna manera, han respondido a la Libertad Avanza, sectores de la UCR, PRO y CC que se supone pretenden, al tener por lo menos dos de ellos determinado poder territorial, unificar fuerzas y concertar con las líneas mileianas (que por ahora son solo un nombre) el futuro gobierno del 2027, previa conformación de los cuadros legislativos.

Ya hacen reuniones, aparecen algunos nombres que pretenden ser las cabezas mentoras de esas futuras fuerzas que aspiran a ser gobierno. Pero las fracturas son muchas, los aspectos disidentes más, y nadie, o por lo menos no lo han hecho conocer, hace la salvedad que debe acordar con Javier Milei, que hasta ahora es quien decide.

Es indispensable tener en cuenta la labor iniciada por Karina Milei en procura de alcanzar afianzamiento nacional del partido La Libertad Avanza. Su proyecto ya tiene objetivos claros en varias provincias, con afiliaciones, reuniones y armados tendientes a enfrentar la primera contienda electoral que será a poco menos de un año.

En un país donde prima la incertidumbre dadas las circunstancias de las políticas que se están desarrollando y cuyos efectos, hasta ahora, parecen ser positivos en la macro economía, pero no así en la micro, se arrojan dudas concretas sobre los posibles resultados que se obtengan.

En este ámbito tan disímil, en que se establecen los que aplauden por los éxitos logrados y en la vereda de enfrente los que sostienen que se trata de un “castillo de arena” que se desmoronará en el primer viento fuerte, aparece la figura presidencial que no titubea en denostar a sus colegas economistas que no piensan como él, expresando que: “López Murphy es un traidor y fracasado igual que Melconian”.

Un volcán verborrágico donde no están ausentes los agravios personales, que señalan un síndrome de inestabilidad psicológica, que de ninguna manera habla bien de aquello que debería proceder de la figura presidencial.

Esta sintomatología que puede obedecer a una forma personal de ver una realidad que nunca -hasta ahora- percibe sus errores, sino los ajenos; una realidad donde aquellos que opinan diferentes son incapaces, poco menos que analfabetos en materia económica, plantea una serie de dificultades en ámbitos internos y externos.

Todos muestran un apuro desmesurado, y a nuestro juicio prematuro, en el terreno de lo político por venir; cuando de ninguna manera están consolidadas las líneas estructurales, en una Argentina que se muestra convulsionada, incierta y con enormes “baches” que no garantiza que estamos en el buen camino.

En esta mezcla de ambiciones personales, exabruptos de quienes hacen gala de tener el poder para decir lo que quieran entre obedientes y obsecuentes apoyos, va la vida de los argentinos de bien, que pretenden vivir en paz, con respeto y tener la opción de labrar un porvenir para las nuevas generaciones.

Hoy los ejemplos no son los más aconsejables para reconstruir el país que soñaron los abuelos.

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