No fue una noche especial. La sociedad -por lo menos parte de ella- se sentó frente al televisor con el objetivo de escuchar al Presidente de la Nación, suponiendo que -de acuerdo a sus potencialidades intelectuales- daría una clase magistral, señalando aciertos y errores de su gobierno.
La desilusión, no de todos por supuesto, dado que hay sectores que son los incondicionales de Javier Milei que aplauden y celebran los exabruptos y las acometidas, de una “desaforada” figura presidencial, al dirigirse a la ciudadanía, a un muy reducido número de legisladores que decidieron acompañarlo y atacó, cuando un legislador, que te puede gustar más o menos, pero que lo eligió la gente, le reclamó temas que son el “caldo de cultivo” del deterioro gubernamental.
Los balcones, colmados de adictos, algunos muy exaltados, caso el del “estrellado” asesor presidencial Santiago Caputo, que no apeló a su tan meneada inteligencia y acometió duramente al legislador Manes, quien además -según su propia versión- recibió golpes de quienes acompañaban al integrante del “triángulo de hierro”.
Era de suponer que al disponer restricciones, de diferente naturaleza, a la prensa se procuraba un ámbito netamente favorable donde se vieran solo las partes “brillantes” de un discurso de hora y media. El resultado de sus histriónicas expresiones, la mordacidad de sus gestos, hasta el ataque impropio de la figura presidencial a un legislador, desvirtuaron las medidas tomadas.
Un discurso que siguiendo los lineamientos de sus reiteradas apariciones y bases de lo expuesto en los foros internacionales a los que asistió, presentó un esquema similar.
“Somos los mejores”, “Lo que prometemos cumplimos”. “Estamos salvando al país, del desastre que heredamos”. En alguno de los pasajes se refirió a quienes conformando parte de la “casta corrupta” se enriquecía a costa de la sociedad.
Hubo un análisis de los índices de pobreza, indigencia, desempleo, que han mejorado al punto que permiten advertir, como dijo Milei: “Que avanzamos hasta la nueva Argentina, la que crece y es ejemplo hoy en el mundo”. La realidad indica que no es así.
En realidad todo eso no se está viendo. Sí es cierto que hay superávit fiscal y déficit cero, producto de -según el presidente- “Tener el más grande Ministro de Economía de la historia”. Bajó la inflación, nadie lo pone en duda, como tampoco se discute que para lograr estos efectos: hay mas de 40 mil empleados públicos que deambulan por las calles sin destino laboral, que cerraron varios cientos de Pymes, que el libre mercado será el “verdugo” de muchos emprendimientos industriales y comerciales, que ajustaron a jubilados, que suprimieron la obra pública, entre otras acciones de similar naturaleza.
Que los pobres y la indigencia aumentaron, es lamentable. Que se sigue achicando el Estado y Regulando el sistema, tal como lo tiene previsto Federico Stgurzenegger, marca que la depresión social no ha sido superada. Esto es una realidad innegable. Eso, más allá de las afirmaciones del líder de La Libertad Avanza, que sostiene: “Vamos evitando la caída y ya estamos en pleno ascenso”. ¿?
A lo largo de esa tediosa exposición, donde nada nuevo apareció, a excepción de la afirmación que “la motosierra” vino para quedarse y según expresó: “Seguirá hasta que hallamos eliminado todo aquello que resulta un contrapeso para el crecimiento del país”. Nada nuevo.
Hubo felicitaciones para todo el equipo ministerial, señalando, en cada caso, los éxitos logrados. Existió un “desprecio” manifiesto hacia la figura de la vicepresidenta Victoria Villarruel, no solo ignorándola, desconociendo su investidura y mostrando una total falta de respeto, sino que la reprendió cuando ella, considerando que había concluido, dio por cerrada la sesión de apertura.
El “No te apurés, no he terminado”, obligó a que la vice tuviera que disculparse, fue solo una muestra del enfrentamiento que existe entre ambos y cuyas derivaciones se asemejan a las que alejaron a Carlos “Chacho” Alvarez de la vicepresidencia de la Nación, en el gobierno de Fernando de la Rúa.
El final de estas tensiones son impredecibles, fundamentalmente teniendo en cuenta las debilidades que hoy ofrece La Libertad Avanza, que pretende convertirse en un partido nacional, pero que no ha alcanzado -hasta ahora- respaldos que aseguren que van bien encaminados.
Pasó el discurso, dejó tela para cortar. Un recinto prácticamente vacío de legisladores. Balcones llenos de aplaudidores y encargados de ponerle “pimienta” a la noche mileiana, aunque no lo lograron. Arrebatos, gritos, agresiones, amenazas, fueron parte de una exposición que los argentinos, en general, no se merecían.
Se dejó de lado explicar las razones de su implicancia en el criptogate y demostrar que las acusaciones son falsas. Les tiró un salvavidas a sus ministros, pero sonó claramente como una formal amenaza: “El que pise el palito, AFUERA”.
En síntesis, lo habrán disfrutado en la cena privada, en la que, suponemos, habrán existido los aplausos y las felicitaciones a Javier Milei que, en verdad, respetó el libreto disruptivo, no agregó nada nuevo y el saldo fue realmente pobre.
Se degradan las instituciones básicas del país y eso es un error que tendrá un profundo costo social.
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