Se perciben notorias diferencias en los análisis que sobre el estado económico y financiero del país se dan a conocer.
Están aquellos economistas que entienden que no todo se arregla con un acuerdo con el FMI, porque, sostienen, que de ninguna manera sería -a largo plazo- favorable para Argentina; mientras que por otro lado están aquellos que manejan acertadamente los análisis para quedar bien, pero en definitiva mantienen una incertidumbre que no se traduce en palabras sino, en aquello que no dicen.
Naturalmente también están los “contras”, a los que el presidente Javier Milei, señala como los “econochantas”; que aunque hayan sido parte de su equipo, hoy muy enfrentados, se atreven a manifestar que las cuestión económica transita al borde de un precipicio y que tienen grandes chances de caer.
Sentados en la platea de estos escenarios: la sociedad, que también está dividida, entre los que siguen apoyando, aquellos que titubean pero mantienen esperanzas y decididamente quienes cada vez están peor y ven que no tienen ninguna oportunidad de alcanzar a recuperarse.
El equipo económico que encabeza Luis “Toto” Caputo, siguiendo -se supone- los lineamientos que ordena el presidente Javier Milei, sustentando en las reformas regulatorias y reacomodamientos del Estado, que tiene en marcha Federico Sturzenegger, van con una medida que tiende a lograr mayor expansión del consumo interno y para ello apelan a disminuir aranceles en determinados rubros de importación.
Un arma de doble filo, atento a la incidencia que esa medida -en este caso ropa y calzado- tendrá en los emprendimientos productivos e industrializadores locales, que están manejando esos rubros cuyos costos, según el ministro Caputo, son los más altos del país y están lejos de los que se pagan en el primer mundo y países limítrofes.
Este fenómeno está claramente reflejado en los denominados “tours” de compras a Chile, Bolivia y Brasil que se están llevando a cabo en cada feriado “XL” que se produce. Tecnología, ropa, calzado, electrodomésticos, determinados alimentos, entre muchos otros productos, son los buscados por compradores argentinos que aprovechan un paseo corto para aprovisionarse de esos elementos, logrando suculentas diferencias con los precios locales.
Todo aquello que se dice, realidad o relato del estado del país, no concuerda con lo que se vive a diario y que tiene una estrecha relación con el “bolsillo”. Tampoco es coincidente que estamos recuperando; que el desempleo baja; que cada vez hay menos pobres y las calles de Buenos Aires, el conurbano bonaerense, los basurales, los dormideros en arterias porteñas, indican que no es cierto aquello que pretenden vendernos.
Si se establece oficialmente que una familia para no ser pobre debe gozar de ingresos de más de un millón de pesos, suena como una “tomadura de pelo” que pretendan hacernos ver que estamos mejor, porque la realidad indica que más de la mitad de la población está lejos de alcanzar esa cifra.
Solamente basta compararlos con los ingresos de la mínima de un jubilado y el presente nos golpea con dureza, porque no solo no tienen para comer adecuadamente, sino que están lejos de vestirse, atender sus necesidades médicas, entre otros factores de los cuales ya han decidido prescindir definitivamente.
Y sería una osadía analizar el “negreo”, que abunda cada vez más en las empresas al no alcanzar a cubrir con sus ventas los gastos que le demanda un empleado en blanco; que no es solo aquello que debe pagar sino la parte que no se ve y va para el Estado en aportes y otros menudencias, convirtiendo en inviable mantener un trabajador en condiciones ideales.
Vivimos una suerte de “ruleta”, si tenemos la suerte que nos toca el número premiado sorteamos las dificultades, pero como en todo juego de azar, la “banca” siempre sale ganando y este es el caso entre el gobierno y la ciudadanía.
En la actualidad tenemos innumerables discrepancias, algunas son paredones insalvables y están impidiendo que un importante porcentaje del tejido social aspire a salir de su extrema pobreza.
También hoy se ha producido una difícil interpretación de la realidad que están viviendo sectores de la comunidad que se mueven en los andariveles del desempleo, pobreza e indigencia. Se da en múltiples circunstancias que ante el pedido de incorporar un nuevo trabajador, la persona que se presenta interesada consulta primero cuánto pagan y si la cifra no los satisface, desisten.
Prefieren seguir desempleados a trabajar por menos de aquello que le requieren sus necesidades personales y/o familiares. El otro caso se da en los que pretenden trabajar en “negro”, dado que si los blanquean corren el riesgo de perder ciertos ingresos que reciben a través de ayudas sociales provenientes del Estado.
Estas situaciones también forman parte de las discrepancias sociales que estamos transitando los argentinos. Sin demasiadas alternativas, con un final anunciado, el gobierno del libertario Javier Milei sigue aplicando la “motosierra” y el ajuste como metodología para generar el gran cambio.
El túnel se angosta y no se percibe la “lucecita” al final del recorrido.
Algo no está bien. En términos psicológicos se está describiendo el malestar emocional que experimentamos cuando nuestras creencias, ideas, o valores entran en conflicto.
La gran pregunta, aún sin respuesta, ¿hacia dónde vamos?
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