Uno podría suponer que los pronosticadores del fin del presidente libertario que fue fijado primero en meses, luego a mitad de año, y aún hoy sostienen que transita al filo del precipicio, tuvieron un error de percepción o estaban influenciados ideológicamente.
La realidad del presente, a un año de gobierno: es la que todos pueden observar.
Muchos pensamos que en la aplicación de las primeras medidas, emergentes del DNU 70/2024, se afectaba una parte del tejido social muy sensibilizado, producto del sometimiento de que se vió objeto, por quienes se colocaron en la función de “intermediarios” y comenzaron a ejercer una “dictadura”, que les arrojaba suculentos dividendos en notorio perjuicio de quienes realmente lo necesitaban.
La prebenda, que siempre criticamos, bastardeó el sistema político y comenzó a convertirse en una enfermedad congénita, dado que los operativos se fueron transmitiendo de un gobierno a otro.
Era el fácil acceso a las herramientas del poder electoral.
Los erráticos caminos que marcaban el devenir de una nueva forma de hacer política, dejando de lado la tradicional, señalando el camino de un liberalismo desconocido para los argentinos y mucho menos con respaldo de acciones anarcocapitalistas, crearon un ámbito de confusión e incertidumbre que -hoy pensamos- fue una “tela de araña” bien elaborada en la que fuimos cayendo.
Armar escenarios de conflictos, constantemente; enfrentar todo aquello que se oponía a sus dictados; manejar una verbalización corrosiva de insultos, denostaciones, que iban de lo grupal a lo personal. Agravios, ataques constantes fueron -hoy creemos- con la intención de generar frentes diferentes que señalaron una atomización social, que abarcó todos los sectores de la sociedad.
Nada espontáneo, ni dejado librado al azar. El gobierno de Javier Milei es la suma de estrategias que operan como planes concebidos para ir logrando objetivos.
La conformación de un “reducido eje de poder”, que se ha hecho conocer como el “triángulo de hierro”; ámbito conformado por la figura presidencial Javier Milei, su hermana Karina Milei, Secretaria General de Presidencia y Santiago Caputo asesor directo, hombre formado al lado del consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba, quien lo identificó como el “come libros”, han dado forma a una nueva forma de hacer política gubernamental.
Nadie -a excepción de los integrantes del “triángulo de hierro”- es indispensable y cuando aceptan subirse a la máquina mileista saben que su destino tiene fecha fijada. Todo depende de sus aciertos y de sus errores.
Con este armado “cuasi monárquico-dictatorial”, transita una profunda reformulación de la diplomacia. Convenir con los más poderosos, asociarse y lograr ser reconocido como un país emergente que crece y es necesitado por su poder productivo para el primer mundo.
Israel primero, EE.UU ahora de la mano de Donald Trump y una fuerte influencia en países con desarrollos liberales, algunos con ciertas connotaciones centralistas, pero que vieron en Milei a un político que se diferenciaba porque decía lo que pensaba, denostaba lo que le molestaba y armaba escenarios para romper a uno y otro, para negociar después.
Todo estrategia, como expresara Nicolás Maquiavelo: “De vez en cuando las palabras deben servir para ocultar los hechos”. “El vulgo se deja cautivar siempre por la apariencia y el éxito”. Toda una realidad, la apariencia como pantalla para disimular las reales intenciones.
Para Maquiavelo, entonces, “el gobierno implica una actividad orientada hacia un fin, para lo cual el gobernante debe poseer en forma efectiva y eficaz las capacidades políticas suficientes para controlar, maniobrar y estabilizar los ordenamientos que dan forma al cuerpo político”. “Más claro echale agua”, dirían los mayores.
Javier Milei es la expresión de la diferencia entre liberal y libertario que: “Según los significados comunes de conservador y liberal en Estados Unidos, el libertarismo en este país ha sido descrito como conservador en cuestiones económicas (liberalismo económico y conservadurismo fiscal) y liberal en cuestiones de libertad personal (libertarismo civil y liberalismo cultural)”.
Cuando se ingresa al análisis profundo de cada definición que va dando forma al gobierno del fundador de LLA, más nos acercamos a conocerlo -situación difícil de lograr dada la volatilidad de su pensamiento y la constante disruptiva mental que no tiene barreras ni mide consecuencias-.
Las derrotas o frustraciones no existen para el presidente Milei, solo son accidentes que deben sortearse para alcanzar los objetivos fijados.
Hoy ha logrado objetivos indiscutibles, no solo en su “mesionismo” estatal, sino en haber producido implosiones internas en los sectores políticos que conforman la estructura nacional, llámense JxC, PRO, radicalismo, frente kirchnerista. Ignorando la existencia minoritaria de la izquierda, algo así como: “Para qué gastar pólvora en chimangos”, si la Argentina es un país que rechaza ese alineamiento político.
Con este marco de acción, la figura del presidente libertario crece y se empodera interna y externamente. Donde puede apreciarse la debilidad es en su entorno, dado que el poder concentrador lo tiene solo Javier Milei, los otros acompañan y adquieren alguna preponderancia si él las otorga, caso de su hermana Karina y del asesor Santiago Caputo.
Van a intentar nacionalizar el mileismo y convertirlo en una fuerza que logre materializarse en cada provincia, para ello Karina Milei salió a darle forma concreta al futuro Partido de LLA.
El tiempo será el único testigo que nos indique si también aquí crece y se impone o si comienzan apareciendo frenos, de nuevas generaciones que -como él hizo- desde el apolítico, se convierten en el elegido por la ciudadanía.
Habrá que esperar para ver toda la película y no los episodios.
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