SÁBADO 07 de Septiembre de 2024
 
 
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Eliminar el cepo: ¿Es una salida?

Gran pregunta dirían los “abuelos”, hoy compartida por un altísimo porcentaje de la sociedad argentina, que por otra parte poco entiende. 

Salir o no salir: “it is the question”. Mientras unos, que dicen saber de economía, sostienen que es un mecanismo necesario para comenzar a dar vuelta la situación económica y convertirla en viable.

Otros, que también sostienen que saben de la materia económica, manifiestan que no es el tiempo y que no resultaría favorable para el cambio económico-financiero que requiere el país.

Y están los “ni”, que Juegan de acuerdo a sus intereses y según el ámbito y la oportunidad en la que tengan que opinar, a favor o en contra.

Quien más se nos supone de una enorme honestidad profesional es el economista Juan Carlos de Pablo que con una franqueza que asombra y que no es común ver en la actualidad, deja entrever que ningún cambio en economía trae resultados inmediatos y mucho menos en un plano de enorme complejidad como el que presenta la Argentina. 

Por otra parte, en reiteradas oportunidades ha sostenido que no es solo un mecanismo el que se requiere, sino la complementariedad que debe existir en una planificación ordenada, donde se contemplen todos los efectos posibles y, aún así, siempre pueden surgir los inconvenientes que no se pueden prever con antelación, porque emergen de la combinación de factores, económicos, sociales y financieros. En síntesis: el mercado tiene reglas y juega siempre para ganar.

Desde el marco del gobierno de Javier Milei se sostiene que: “Tras las nuevas medidas del BCRA, queda pendiente sólo una de las 3 condiciones que puso Milei para eliminar el cepo”.

Agregando el presidente que “Antes de liberar al dólar era necesario terminar con los pasivos remunerados del Banco Central, acordar la eliminación de los ‘puts’ colocados a bancos y reducir la inflación a una tasa de convergencia con la devaluación”. -Y para que se concreten no se pueden fijar tiempos-.

De alguna forma indica que el camino estaría expedito para alcanzar la ansiada liberación del cepo, mecanismo de control del dólar que una gran mayoría realmente no lo entiende, estando reservado para un sector muy minoritario que se mueve en el ámbito empresario, industrial, exportador e importador y aquellos que hacen del mecanismo financiero una forma de vida, como los que “juegan en bolsa”.

La instrumentación está en marcha y, a partir del jueves 18 de julio, empezó a concretarse otra de las condiciones mencionadas por el líder libertario, pues el Banco Central comunicó que recomprará a un grupo de bancos los ‘puts’ sobre bonos del Tesoro por un valor total de $13,17 billones, de los cuales $10,89 billones corresponden a opciones de ejecución inmediata y otros $2,28 billones con mayor restricción.

Todas son herramientas que se utilizan de acuerdo a los intereses en juego. Pero algo es real, cuando la norma se excede y se convierte en un mecanismo para que un grupo pueda manejar las variables de la masa financiera, es factible que, en términos muy cortos, se comiencen a vislumbrar los fracasos.

Control es necesario, nada dejado al azar y a los ajetreos del mercado tiene un final acorde a las necesidades del ciudadano de a pie.

Es factible que se logren equilibrios en la macroeconomía, donde las reglas del juego son otras y tienen objetivos similares. Los inconvenientes se vislumbran en la microeconomía, donde juegan las necesidades sociales, debiéndose medir indicadores que logren equilibrios necesarios en las señales de pobreza, indigencia y en la profundización del desempleo.

En un proyecto de libre mercado, sin reglas acordadas, sin la existencia de controles, es natural que los que pierdan sean siempre los que menos recursos tienen para defenderse.

Mientras estas alternativas son parte de las actividades diarias, comenzó a funcionar el Ministerio de Desregulación bajo la órbita del ministro, Federico Sturzenegger, donde se anuncia la elaboración de la primera medida ejecutiva desde que asumió formalmente.

Se concretará la anunciada eliminación del INADI y se sumarían el Instituto de Juventudes y el de Asuntos Indígenas, entre unas 60 dependencias más.

La lista del “decreto 51”, como lo llamaron a priori, todavía está preparándose, pero incluirá áreas que funcionan bajo la órbita de los ministerios de manera descentralizada. Los pocos ejemplos que dejaron trascender desde la Casa Rosada son el Instituto Nacional de Juventudes (INJUVE), que depende del Ministerio de Capital Humano bajo la órbita de Sandra Pettovello; el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), que funciona en la Jefatura de Gabinete de Guillermo Francos y donde acababan de nombrar al exfuncionario de Mauricio Macri, Claudio Avruj; y el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) que depende de la cartera de Justicia que conduce Mariano Cúneo Libarona. 

Indudablemente a la serie de herramientas que utiliza el presidente Milei, habría que agregarle la “mezcladora”, donde se pondrán todas la opciones pergeñadas en DNU, Ley Bases y ahora plan Desregulación. Difícil adivinar resultados. Sí pronosticar que habrá innumerables daños colaterales, siendo el más gravitante el “desempleo” que entrañara aumento de pobreza e indigencia. 

En razón de estas consideraciones, da lo mismo para el ciudadano de a pie, que haya o no cepo, porque lo que requiere la ciudadanía es estabilidad, que hoy brilla por su ausencia. Y pobres e indigentes no tienen colchones con dólares, en muchos casos ni colchones. Más, ya no se les puede pedir.

Y nuestro presidente la sigue pasando “bomba”. Viaje en avión privado a visitar a Macrón, luego disfrutar los Juegos Olímpicos, jugando a erigirse en un líder del mundo, y no percibe que la Argentina se desmorona.

Realidad o ficción: ¿Chi lo sa?
 

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