Que nos va bien. Que estamos mejor. Que se logran los objetivos del gobierno. Son parte de muchas de las definiciones que escuchamos de las fuentes oficiales, sean funcionarios, analistas económicos que trabajan para Milei, periodismo que adhiere y sectores que se ven beneficiados con las medidas económico-financieras en marcha.
Otro escenario se muestra notoriamente en las antípodas del pensamiento del presidente libertario y su equipo económico, señalan con crudeza que la ciudadanía o una gran parte de ella ve que la inflación baja pero también baja, y mucho más de lo esperado, el consumo.
Que se cae el empleo, cierran comercios, empresas medianas y cientos de PyMEs, que por mucho tiempo fueron la columna vertebral de una economía interna que podía desenvolverse, con problemas, pero llegaba a fin de mes y fundamentalmente se tenía trabajo y se podía comer, estudiar y atender problemas de la salud.
Los últimos indicadores que han generado publicaciones en distintos medios del país, señalan: “Datos oficiales muestran que en el primer semestre se perdieron unos 612.139 aportantes a los regímenes de la Seguridad Social entre trabajadores en relación de dependencia e independientes, según un informe de la Subsecretaría de Seguridad Social”.
Estos registros numéricos -que son personas- están demostrando claramente que durante gran parte de lo que va del gobierno del presidente Javier Milei, la recesión económica ha tenido una profundización de enorme magnitud, con la mayoría de las variables de la economía en rojo y fundamentalmente la caída en picada de puestos de trabajo registrado.
Cuando se registra una baja sustancial en los aportantes a los diferentes regímenes de Seguridad Social, proviniendo de diversos sectores, es una clara señal que la realidad que nos transmiten Milei, Caputo, entre otros, es un relato que se ajusta a sus propósitos, pero que está alejado, notoriamente, de la verdadera realidad que está viviendo gran parte de la sociedad.
Los índices de pobreza extrema aumentan -daño colateral le dicen-. Se incrementan los indicadores de niños que solo comen una vez al día. Pareciera no les importa. Como tampoco reflejan preocupación por los aumentos mensuales de desocupación, pobreza e indigencia que van siendo una imagen que refleja el país hoy; no precisamente la que ven Milei, Karina, Santiago Caputo, Luis Caputo y Sturzenegger.
Es fácil desde los despachos gubernamentales o desde el atril de alguna reunión con grandes e importantes empresarios dar una visión acabada de un territorio nacional que venía con dificultades y ellos -que por supuesto no son “econochantas”- ponen números sobre la mesa que señalarían que las cosas mejoran.
Y naturalmente para esos sectores que aplauden es posible que la realidad libertaria coincida con sus bolsillos. Pero son los pocos que colman el recinto preparado para que el presidente se luzca, lance frases mordaces denostando a los que opinan diferente y vuelva a traer a colación que recogieron un país hecho trizas y que lo están reparando.
Pero lleva ocho meses de gobierno y los indicadores de la micro economía indican que retrocedemos; que hay más pobres e indigentes. Que aumentan los que no llegan a fin de mes y están lejos de la canasta básica alimentaria. Que la educación no mejora y hay concretas amenazas de cierres a nivel universitario por ausencia de fondos para enfrentar las necesidades de una enseñanza formativa especializada.
Todo esto es realidad del ciudadano de a pie, del que no entiende demasiado, tal vez nada, de la economía macro. Que no sabe de la desregulación del Estado, pero sufre sus efectos. Éstas, entre otras situaciones, plantea claramente que no hemos salido de la crisis.
El presidente libertario Javier Milei hace uso y abuso del producto de una ira que, por más que procure, no puede contenerla. Para colmo de males, le surge cuando se enfrenta a un auditorio que lo mide con una docilidad que habla mucho de sumisión o de estrategias para obtener beneficios.
Hay varias lecturas que responden a ese comportamiento que sigue un relato basado en sus realidades, que no siempre contemplan las que soporta parte de la sociedad. Ese mismo sesgo se vió claramente en las actitudes de Donald Trump y Jair Bolsonaro cuando manejaron el poder. Javier Milei o responde a esos mismos lineamientos o es simplemente un “buen imitador” que encuentra una “claque” que siempre celebra los excesos verbales.
El sociólogo, ensayista y asesor político ítalo-suizo Giuliano da Empoli (Neuilly-sur-Seine, 1973), uno de los invitados internacionales a la octava edición de la Noche de las Ideas, sostiene en una de sus obras que: “La cólera y el enojo, más los algoritmos, son los que crean el caos. La ira siempre existió en la sociedad, pero en momentos de crisis aumenta. Puede tener razones objetivas, pero el algoritmo hoy permite que la ira sea explotada de manera diferente”.
Una explicación del origen de hacer abuso del encolerizamiento,sobretodo si se tiene público adicto. Eso atrasa y entraña violencia. Pero mientras estén los aplaudidores será difícil revertir el proceso de disgregación social en el que estamos.
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