Un fenómeno que se ha percibido, ocurre siempre, pero nunca con la intensidad y la utilización de mecanismos disruptivos, agravios, insultos, se están produciendo en esta instancia por la que transita la política argentina.
Encabezados por un presidente que no tiene trabas mentales ni diplomacia alguna para tratar a quienes considera sus enemigos, siguen sus imitadores que se han convertido en insultadores seriales sin tener en cuenta que están deteriorando notablemente la moral y el respeto de la ciudadanía.
Esta generación de exabruptos que se vienen produciendo y cuyos orígenes proceden desde los más altos niveles del poder podrían ser -aunque no lo son- justificantes de la extrema violencia que se vive en una sociedad en donde nadie se respeta y el agravio es una mecanismo de defensa constante.
Algunos con más sutileza que otros, todos tienen una misma raíz, decir aquello que se piensa sin mediar las consecuencias o el daño que puede producir.
Competir en la política, cualquiera sea su origen esta dentro de la lógica, dado que con ello se procura ganar espacio y respaldo de quienes tienen el mando electoral: la ciudadanía.
La pérdida del respeto es una muestra clara de la decadencia convivencial que esta mostrando una parte de la sociedad. La ausencia de valores con los cuales fuimos formados en la infancia y adolescencia, hoy significan para una gran mayoría nada a tener en cuenta; solo se valoriza ser el más ingenioso para denostar y procurar avergonzar a su oponente.
Tal es el caso de la legisladora Lilia Lemoine en su cruzada contra la vice presidenta del país. Le guste o no, es y la eligieron junto al presidente Milei, nos referimos a la titular del Senado, Victoria Villarruel. Las ofensas no tiene límites, dejando de respetar, como se impone a cualquier ciudadano de bien, investiduras institucionales.
Todo esto que esta sucediendo tiene un claro origen: la defensa del poder que han obtenido, merced al voto de la gente; prerrogativa que de ninguna manera los habilitó para convertirse en verdugos verbales de quienes no piensen como ellos.
Esta circunstancia se esta dando en todos los sectores de la política nacional y o provincial. Escasas diferencias existen en este juego salvaje en donde todo se dirime por el lado menos aconsejable.
Romper no siempre es el mejor camino, porque de tener éxito se convierte en un hábito que crece exponencialmente de acuerdo a los beneficios que logra. Pero también es germen de enconos que conllevan al revanchismo político que suele provocar mucho más daño que los desencuentros ideológicos comunes.
En los altos niveles del poder mileiano la envidia es una mercancía de fácil venta y por lógica tiene muchos compradores. La resultante de esta puja para estar más cerca de Javier y Karina Milei, los lleva a romper la armonía que debe reinar en un grupo de funcionarios que trabajan -se supone- para el mismo fin.
Algunos se convierten en intocables y resultan “cables pelados de alta tensión” para quienes osen intentar mellar su mando; tal es el caso del asesor estrella Santiago Caputo, un silencioso personaje que integra el “triángulo de hierro” del poder y que lo ejerce, más allá de los límites que se supone le ha fijado su amigo y confidente Javier Milei, el presidente.
Otro podría ser, dada su inocultable habilidad política para manejarse en terrenos muy resbaladizos, Guillermo Francos, a quien se le adjudican logros con sectores muy reacios a convenir con LLA, pero se sientan y escuchan al Jefe de Gabinete que mantiene un perfecto equilibrio entre todas las fuerzas que confluyen en el gran escenario político nacional.
Javier Milei lo sabe y su hermana Karina no muy de acuerdo, deben convenir en aceptar que sin Francos estarían mostrando una orfandad total en lo que a negociación política se refiere.
Sabido es que la extensa actuación de Guillermo Francos en distintos estamentos gubernamentales le permitió acercarse a políticos, incluidos los que fueron dirigentes nacionales y provinciales con envergadura.
Algunos hoy retirados, pero que siguen ostentando poder en sus terruños, para convenir con ellos y lograr balancear las debilidades notorias que ostenta el sector del presidente libertario.
Esos aspectos que nadie del entorno mileista reúne, es lo que hace que el titular de la Jefatura de Gabinete, siga teniendo peso propio e influencias notorias en las decisiones de Javier Milei.
De todas maneras los deseos exagerados por mantenerse ha convertido el espacio de la política nacional en un campo de batalla, donde realmente la que pierde es la sociedad.
Javier Milei y su elenco del “triángulo de hierro” juegan esas posturas de odio y celos, que pone de manifiesto una manera de hacer política de quienes resultaron producto apolítico y ocasional, ante la decepción social de los que estaban gobernando.
La resultancia de optar por el mal menor o lo desconocido esta por verse.
La realidad esta matando el relato y con ello desaparece progresivamente la esperanza de obtener un cambio.
Como dirían los más entrados en años: “Salimos de guatemala y estamos entrando en guatepeor”.
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