MIÉRCOLES 29 de Enero de 2025
 
 
Compartir
Twittear
 

Un tema delicado...

En los últimos tiempos se han venido produciendo episodios callejeros o no, que llaman la atención por la repercusión que ganan, en razón de ser motivo de denuncias que señalan abusos o excesos que tienen como víctimas a la niñez y a la mujer.

La mujer ha ganado posiciones en el marco del desarrollo social, laboral, empresario, dirigencial, científico, entre otros lineamientos de la vida humana, y, paralelamente, emprendió una lucha -merecida- para ser considerada en igualdad de condiciones que el hombre y con simultaneidad tener un marco legal adecuado que las proteja ante los excesos que pudieran producirse en el tratamiento habitual, ya sea de parejas, del desempeño de tareas compartidas, en la calle o negocios.

Avanzaron, lograron tener un nuevo status, con el cual coincidimos, y creemos que aún todavía faltan los ajustes que compatibilicen la realidad con el relato mal intencionado o mal interpretado, para que los organismos que legislan y deben aplicar las normas vigentes que las protegen puedan operar sabiendo que la resultante de una denuncia no es antojadiza, rencorosa o solo para mostrar poder.

En los recientes casos -aunque hay muchos más- está el del turista acompañado de su esposa que al no tener acceso al español, porque no manejaba el idioma, fue ayudado por una moza que le marcó en el totem automático para reservar y pedir comida y se sintió vulnerada por una palmada de agradecimiento de un hombre de 75 años.

Hecha la denuncia, naturalmente sometida a la consideración del magistrado interviniente en la causa, este encontró que “no existió en ningún momento intencionalidad manifiesta de acoso o abuso”. Esta definición judicial era coincidente con las declaraciones del anciano, su esposa que estaba presente. Todo indicaba el error del relato de la empleada, que sostenía haber sido abusada.

Todo quedó en la nada, naturalmente hubo disculpas, pero el mal rato lograron concretarlo en perjuicio de dos personas ancianas que, supuestamente, en un lugar público y al tener un gesto determinado, este fue objeto de una denuncia que pudo haber terminado mal.

Como contrapartida tenemos el fallo conocido, de la Justicia contravencional piquense, condenando a dos personas mayores, uno de 67 y otro de 69, cuyos nombres trascendieron, a pagos de multas y otras inhibiciones de orden judicial por “acoso sexual callejero”, en ambos casos, y en distinta época.

Es la primera sentencia de esta naturaleza, que se conoce, se produce en la provincia de La Pampa y, más allá de la razonabilidad del mismo, basado en los sólidos argumentos del Juez interviniente en la causa, abre una puerta que deberá ser controlada minuciosamente a los efectos de no generar un ola incontenible de denuncias por sucesos deleznables, pero que deberán ser debidamente comprobados.

Celebramos que exista un adecuado control y vigilancia de los niños y las niñas que circulan por las calles de la ciudad; pero la realidad nos indica que habría que realizar campañas adecuadas de concientización ante el cambio de los tiempos que vivimos.

Un suceso no igual pero que infiere un escenario de permanente conflicto son las escuelas, en donde se registran hechos, muchos de los cuales han llegado a los estrados judiciales. Ámbito donde la actividad del docente infiere una molestia y se producen las reacciones, muchas violentas, con intervención de los progenitores que, naturalmente, salen en defensa de sus hijos /hijas. La pronta iniciación de un nuevo ciclo escolar actualiza y genera preocupación tanto en la docencia como en los sectores involucrados en el sistema educativo.

Si bien existen cursos y se han materializado grupos interdisciplinarios que entienden en la materia, con profundidad, conocimiento y formación, el ciudadano de a pié en un mundo convulsionado, traumático, donde todo se confunde, actúa como mejor le parece, que no siempre es lo correcto ni lo conducente, fundamentalmente, si dirige sus acciones a la figura de menores que transitan por nuestras calles.

La cuestión asume connotaciones disímiles, según quienes las analicen, pero son aspectos que hoy “conviven con una sociedad distinta”. Ni buena ni mala, tal vez más exigente en lo que se relaciona al tratamiento de la ciudadanía y a formas de vivir muy diferentes. Solo basta recordar que hace cuatro o cinco décadas atrás el docente era una autoridad e imponía conductas.

Hoy, para atender un infante con algún inconveniente que determine ser auxiliado, debe apelarse a testigos presenciales o esperar a que se hagan presentes sus progenitores y si el o la menor aluden haber sido maltratado/a verbalmente se generan reacciones de inusitada violencia, obligando a las intervenciones de la fuerza pública para poner fin.

Este mero ejemplo se extiende y es abarcativo a toda la sociedad. Reiteramos, no se pretende abrir juicios sobre la transformación que ha sufrido la comunidad. Sí que deben comenzar a extremarse los cuidados y necesariamente instrumentar formas de concientización ciudadana que informe sobre límites y conductas.

Hay un tema delicado con inusuales aristas sociales y opiniones tan divergentes, es el trato a la niñez, la adolescencia y a las mujeres en general. Entendemos en la medida que avanzamos, invadidos y desbordados por la tecnología, los esquemas van cambiando y se reacomodan a las circunstancias de un mundo que se plantea distinto y al que -hoy- cuesta entender.

Vale la pena que en este nuevo año que se inició se piense y obre en beneficio de toda la sociedad.

Es necesario reacomodar nuestros valores y reformular nuestros conceptos de sana convivencia, solo así podremos enfrentar un futuro que plantea nuevas dicotomías sociales.

Escriba su comentario

Tu email no sera publicado.