Si nos fuéramos a guiar por los manejos de los medios que responden a ambos mandatarios, estaríamos en el camino triunfalista de la recuperación y el crecimiento, tanto de EE.UU. como de Argentina.
Pero un poco de sensatez nos indica que toda la parafernalia que gira alrededor de estos episodios que trascienden y suceden entre el recientemente elegido presidente de los EE.UU., que asumirá en el mes de enero, y el titular del ejecutivo argentino, Javier Milei, son parte del protocolo y, si queremos pensar bien, de una corriente de empatía mutua.
Pero se hace difícil pensar que Trump tiene su mente puesta en la relación con Milei, más allá de esas expresiones que hicieron trascender del entorno mileista, que tras muchos intentos por comunicarse telefónicamente, cuando pudo lograrlo Donald Trump le expresó a su par argentino que es su “presidente favorito”.
Una agradable caricia de uno de los hombres más poderosos del mundo, en razón de tener que hacerse cargo de la gran potencia que es los Estados Unidos de América.
La gran pregunta es: ¿Adónde nos lleva esto?.
Que el presidente argentino esté contento, nos parece bien, sin lugar a dudas su buen estado de ánimo evitaría algunos de sus consabidos exabruptos, especialmente en estos momentos que se está desarrollando la pulseada con los gremios que nuclea Aerolíneas Argentinas.
Si algo ha mostrado el libertario, anarcocapitalista, es que todas sus estrategias están elaboradas alrededor del “plan maestro” del cual nunca se aparta.
Logra “ablandar” al oponente y mantiene firme su intención primaria, que en este preciso caso de la línea de bandera había materializado en la Ley Base, siendo su destino la privatización y cierre, en tanto su operabilidad configuraba un costo con pérdidas demasiado onerosas para que el presupuesto nacional lo pudiera seguir manteniendo.
Es decir, este capítulo que están peleando en la mesa de negociación gremios aeronáuticos y representes del gobierno nacional, podrá acordar ciertos parámetros funcionales, pero su destino está definido: eliminadas las cláusulas del convenio, reducido sustancialmente su presupuesto, están en condiciones de ser del interés para otras empresas aéreas privadas, que señalaron su predisposición a negociar, pero no con la actual plataforma gremial que la convierten en inviable.
Pero nuestra inquietud y curiosidad es hasta dónde somos de interés del futuro presidente americano. Se lo sabe expeditivo, disruptivo, manteniendo sus posiciones como si los EE.UU. fueran parte de sus empresas. Actitud que en su mandato anterior le valió innumerables problemas, con resultados adversos, en circunstancias en las que el país del norte pelea para mantener hegemonía ante el crecimiento de sus más notables competidores: China, Rusia, la proyectada Corea del Norte, India, ente otras potencias que vienen desarrollando estructuras que las han convertido en oponentes del mercado mundial.
La realidad nos indica que en ese escenario, Argentina no puede pretender participar. Como país emergente, con posibilidades dada su riqueza productiva en aumento y las necesidades crecientes del primer mundo hay oportunidades, pero no las que pretenden vendernos con el relato de los futuros “encuentros” que podrían tener Trump y Milei.
Se nos supone importante que un presidente argentino alcance proyección internacional. Para los “emergentes” son escalones necesarios que hay que subir. Pero hacernos pensar, como dijo el reciente nombrado canciller Gerardo Werthein en una nota al portal Infobae, ‘‘Fue una buena reunión entre dos personas que se admiran mucho y que van a ayudar a construir un mundo mejor”. Es ponerlos en el mismo plano de incidencia.
Esto pretende colocar en igualdad de posibilidades en el mundo moderno a Trump y a Milei y se nos supone demasiado aventurado, exagerando una proyección del presidente argentino que, la realidad nos aclarará en muy poco tiempo, no es tal. Puede ser importante, superando anteriores mandatarios nacionales, pero la conversión de un liderazgo mundial, por ahora no es posible verlo.
La relación con Estados Unidos es esencial para Milei que busca, a través de todos los medios diplomáticos a su alcance, cultivarla por distintos flancos. Horas antes de comunicarse con Trump, el Presidente confirmaba al frente de la embajada en Estados Unidos al empresario tecnológico Alejandro Oxenford, sin experiencia en el ámbito público pero es valorado por su visión de negocios.
Todo lo que se viene armando y que dejan trascender, se nos supone, primero: una realidad y no un relato bien contado. De ser así se robustece la figura presidencial Argentina y podemos comenzar a serle útil a los manejos y transformaciones que, adelanta Donald Trump, comenzará a ejecutar cuando reemplace a Biden.
Queremos pensar bien y no dejarnos llevar por la excesiva euforia del presidente libertario. Hoy, logrando objetivos que le permiten alcanzar los fines propuestos: generar el GRAN CAMBIO, son logros. El futuro nadie lo sabe.
La incógnita persiste. Sin lugar a dudas el presidente electo norteamericano nos tiene dentro de sus planes. Aquello que nadie sabe es cuáles son y qué efecto tendrán sobre Argentina.
Todo indicaría que podríamos pasar a ser un país satélite de los EE.UU., con prerrogativas especiales, pero por lo que se puede ver, poca independencia.
Habrá que esperar que la ruleta siga girando y ver qué número nos toca en suerte.
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