MIÉRCOLES 29 de Enero de 2025
 
 
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¿Vale la pena?

No es nuestra intención ser partícipe o pretender acercar una opinión ideologizada a la interna que volvió a mostrarse existe entre el gobernador Sergio Ziliotto y el ex gobernador Carlos Alberto Verna.

La idea es autoconvencernos que estas acciones aporten algo positivo para uno u otro ámbito partidario del mismo signo.

En alguna oportunidad uno de los dos “contendientes” de la política interna de Plural, nos decía como al pasar: “Los trapos sucios siempre se lavan puertas adentro” y concluía esa reflexión acotando que “abrir la puerta genera un campo propicio para quienes están procurando aprovechar las debilidades -si estas existen”.

En realidad desconocemos si en el momento en que se tomó la decisión de buscar un nombre que le diera continuidad a la tarea desplegada por el ex gobernador Verna, hubo, existieron o se acordaron condicionamientos que fijaban “doble comando”.

Si existió, en realidad cosa que nos extraña conociendo a los protagonistas, fue un error.

Si creemos que pudo existir un acuerdo tácito, de quién ocuparía el poder, de no alejarse de las políticas instrumentadas en el orden provincial, naturalmente marcando el accionar con su propia impronta -que no es ni más ni menos que respetar y ser respetado. Fundamentalmente obrar diferente.

Cuando un “animal político” de las características del ex gobernador, por las circunstancias que atravesaba, resolviera delegar en un hombre que él eligió como el continuador de su obra, es de suponer que no pensaba que ponía un empleado sino, un hombre formado en sus propias estructuras políticas, que podía gobernar. Siendo él, un asesor para cuestiones delicadas donde estuviera en juego el futuro de la provincia de La Pampa.

Hubo un espacio de tiempo donde, si había diferencias, fueron hábilmente disimuladas. Luego se planteó una lucha territorial y comenzaron a trascender las fricciones, aparecieron los “intermediarios” y cuando en la discusión son más de dos, es posible que nunca halla coincidencias conciliadoras, porque quienes están en esa mesa chica o media grande, tienen ambiciones y pretenden respaldos para concretarlas.

Es aquí donde surge con fuerza la pregunta: ¿Para qué la chicana?

Es darle la posibilidad a los signos opositores que ayuden a implosionar un sector que mantiene relevancia en el proyecto de la política provincial, con dificultades nadie lo duda, ante la existencia de otras fuerzas, que procuran alcanzar el gobierno provincial, pero que ha dado muestras de una fortaleza importante ante las dificultades económicos que debe enfrentar.

O hay que pensar que existen acuerdos “non santos” que se tejen en la oscuridad. Todo puede ser, en política no se descarta nada.

Ya vieron los resultados de esas fricciones y tuvieron que ceder una posición legislativa nacional, fruto de la cinchada interna. Pudieron sobreponerse, aún perdiendo alguna parte de su fuerza representativa. Pero no aprendieron.

La experiencia negativa incentivo los roces, cuando la realidad indicaba que lo inteligente hubiera sido dejar de lado egos, ambiciones y soberbia personal en aras de un pensamiento ideológico que ha sido compartido durante los últimos 40 años por gran parte de la ciudadanía pampeana.

Llegamos a las postrimerías del 2024 y cuando todo indicaba que era el momento adecuado para tender puentes de entendimiento, se percibe que hacen lo contrario y procuran pisarse la “cola”, intentando una reacción o solamente para señalar quién tiene el poder.

Equivocados todos. El poder si de alguna manera existe, lo tiene EL PUEBLO, que es el encargado, llegado el momento, de decidir frente a las urnas quien puede “portar la lapicera”. Esto, un eufemismo, figura retórica o figura literaria, recurso literario que consiste en suavizar el impacto que ciertas palabras o expresiones de mal gusto, crudas, demasiado directas u ofensivas pueden tener sobre alguien o algo. Es el que utilizan para señalar que tienen poder.

Deben sacarse la venda de los ojos y mirarse en el espejo: llegaron, se hicieron fuertes políticamente, pero se lo deben a la gente, que en realidad son quienes tienen la lapicera. Reconocer este factor seria inteligente y obligaría al respeto hacia quienes si son los dueños reales del mando.

Las acciones que han vuelto a repetirse, no agregan nada positivo. Tal vez los aplausos de los genuflexos y alimentar las críticas de los que no comparten estas divisiones. Eso si llevan aire fresco a la formal oposición que ven una atomización que los beneficia para sus proyectos futuros.

Nos parece realmente lamentable y aceptamos enfrentar a quienes sostengan lo contrario. Pero existe la libertad de pensamiento y eso ejercemos.

No vale de nada alimentar la fricción, sirve poco internamente y abre una caja de sorpresas donde, está procurando integrarse sólidamente la oposición.

Jugar peor, no se puede...

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