La palabra “utopía” es un sustantivo femenino que designa el proyecto o sistema deseable de muy difícil realización. Por ejemplo: La igualdad económica es una utopía. También puede designar una representación imaginaria de una sociedad futura de características favorables para la humanidad.
Se supone una elección con excesivo dramatismo, pero es la realidad argentina. Muchos son los que hablan, en un juego de “mercaderes” en donde se comercia con seres humanos, a los que se somete a los avatares de una lucha por hacerse del poder “caiga quien caiga”.
Hubo un 56.7 por ciento de la sociedad que eligió salir, a través de los efectos del cambio, mientras que el resto optó por darle continuidad a lo que venía sucediendo, podría no ser bueno pero estaba acostumbrado. Todos son parte de la utopía.
Las variables que se produjeron en los primeros seis meses de gobierno tuvieron una notable incidencia en la situación social que se vivía, especialmente en los sectores pobres e indigentes que, al igual que los efectos del desempleo, afectaron el normal desarrollo de la sociedad.
Para algunos esto era la salida, otros opinaban de acuerdo a las circunstancias que les tocaba vivir, estar en caída libre sin posibilidades ciertas de alcanzar a revertir el proceso.
Es una compulsa para determinar cómo inclinar la balanza, asegurándose permanecer en el marco de áreas gubernamentales o legislativas y generar desde esos escenarios su futuro sin pensar demasiado en los medios que utilizan y los costos que devenga esa estrategia para un amplio sector de la comunidad que venía mal y está peor.
El actual ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, sigue implementando las formas de lograr minimizar el Estado frente a las obligaciones que tenía normadas como parte de su responsabilidad, ante una ciudadanía que pasaba por diversas alternativas, en las que siempre hubo estructuras que les permitían afrontarlas.
Hoy, todo ese andamiaje tiende a desaparecer ante la vigencia del más absoluto desarrollo del liberalismo, donde la regla fundamental es la “libertad de mercado y la libre competencia”.
En ese marco juegan factores que el presidente Javier Milei señala como la ruta necesaria para alcanzar el proyecto de recuperar al país y llevarlo al grado de competir con el primer mundo en igualdad de condiciones.
En ese tránsito que se está realizando con muchos tropiezos en lo económico, social y financiero, hasta ahora los resultados no se han visualizado. Sí aumentó la pobreza, la indigencia, el desempleo en forma exponencial muestra indicadores preocupantes, porque eso señala que el sector empresario comercial y las Pymes son los expulsores de la mano de obra que hoy deambula sin posibilidades de insertarse nuevamente en las redes del trabajo.
Hay un sector resignado al abismo, situación que no puede comprender ni está a su alcance sortear. Ya no puede discernir si obedece a una situación no buscada que lo arrastra inexorablemente y del cual cree que no se podrá regresar, o si será el resultado del nuevo país que alienta el presidente libertario.
Y está el que cree, más allá de las vicisitudes que soportan él y sus familias, que la salida lleva un tiempo y a ese sentimiento lo denominan “esperanza”. Un estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea.
Humano y totalmente racional, es una ilusión soñada que en algún momento los contratiempos comenzarán a revertirse y el resultado será la recuperación tan enunciada por la figura presidencial.
En este aspecto, los argentinos mantienen vigente la poderosa impronta de quienes de las lejanas tierras europeas vinieron con sus mochilas cargadas de sueños y junto a los nativos que comenzaron a desarrollar otras formas de vida, fraguaron sus futuros basados en la esperanza de empezar de nuevo.
Hoy estamos desarrollando un “plan, proyecto, doctrina o sistema deseable que parecen de muy difícil realización”. Es la “representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano”.
Más allá de lo ideológico, el pueblo argentino se ha caracterizado por tener “Espíritu de lucha, procura superarse a sí mismo y a sus circunstancias. Es tener la valentía de decirse: SÍ, cuando todo a tu alrededor dice: NO. Cada uno es responsable del discurso de vida que se autoproclama”.
De esta manera llegamos a la primera etapa de un gobierno liberal, con manejos anarcocapitalistas, cuyos resultados son realmente difíciles de evaluar, dada las circunstancias de indicadores que señalan un grave deterioro de la sociedad en su conjunto.
Por eso, es necesario entender que la utopía argentina se puede considerar como proyecto de realización social y, como todo proyecto, es una representación de lo que se quiere construir, se inspira en las formas concretas de una sociedad, busca la forma de superar sus problemas y reordenarlos en torno a una idea.
El tiempo nos dirá si lo concretamos.
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