En varias entregas anteriores señalábamos que, en este escenario de la “gran política” abarcativa de lo nacional y provincial, nadie tiene “la vaca atada” y están viendo cómo se ubican en el tablero para jugar a futuro.
Aparecen -como ya es habitual- nombres conocidos que, mediante estrategias diversas, observan las reacciones de una sociedad que hoy podría encuadrarse como “confundida e indecisa”.
Cambia constantemente y eso se refleja en los numerosos analistas y encuestadores que procuran tener alguna certeza en las definiciones que le acercan a la gente cuando realizan las preguntas, que intentan ver una realidad ciudadana que, hasta ahora, según los indicadores de las últimas elecciones se acercaron, pero ninguna tuvo certezas.
En el marco del oficialismo, la dispersión pone en evidencia las tremendas debilidades estructurales que sigue mostrando el mileismo.
Las ambiciones personales y los “egos sobredimensionados” están destruyendo lo poco que había logrado construir LLA políticamente. La realidad es una sola: “Los votos son de una sola persona, Javier Milei”. El resto se acopló a la ola del “cambio” y a los acuerdos “no tan incondicionales”.
Siguen jugando con la suerte de que no aparecen proyecciones de otras fuerzas que abran un escenario de verdadera competencia. Lo anterior no va más y lo nuevo brilla por su ausencia. Hasta ahora.
Es fácilmente advertible que los esfuerzos que están realizando por construir un partido con representación nacional fuerte, sólido, no ha podido lograrse, pese al trabajo que está realizando la “operadora” consolidada como “El Jefe”, Karina Milei y que ha encontrado en sus más cercanos colaboradores, los más enconados adversarios.
La figura de Santiago Caputo, el influyente asesor presidencial, venía ganando espacios de poder y “suculentas” cajas, que le abrían las puertas necesarias para alcanzar a corporizar poder político.
Pero el poder es una “rara enfermedad” que si no se trata adecuadamente termina por convertirse en una herramienta destructiva que conduce al fracaso todo aquello que se emprende.
Normalmente se intenta descartar aquello que muestra formación y puede responder a las exigencias a que es sometido en la función pública. Saber aprovechar capacidades intelectuales y políticas es parte del ejercicio del mando que, mal ejercido, se convierte en un intento de sometimiento hacia la o las personas que los rodean.
Esto es parte de lo que sucedido con la figura del “sombrío” asesor, que ante las frustraciones recientes ha mostrado sus verdaderas intenciones y se ha colocado en el listado “rojo” que confecciona el verdadero poder depositado en Karina Milei, hoy la única persona que resulta intocable en las consideraciones del presidente Javier Milei.
Estas situaciones internas, que están produciendo un notorio debilitamiento del oficialismo, está siendo hábilmente aprovechado por quien, considerado el opositor dialoguista que aseguraba incondicionalidad hacia el presidente libertario, hoy se muestra poniendo condicionamientos y mostrando poder legislativo, dejando en evidencia que: “Hay que sentarse a negociar futuro”. Ese es Mauricio Macri.
Estos movimientos, que eran esperables, van produciendo fortalecimientos y debilitamientos simultáneos. Un tanto “paradojal”, pero es la realidad que observa la ciudadanía de a pie.
Ya hay analistas económicos y políticos que manifiestan su preocupación por el deterioro que está sufriendo el presidente Milei y su equipo. Respaldan sus opiniones al señalar el fortalecimiento de los otros poderes del Estado que están mostrando que el Estado Nacional se compone de tres patas, Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Milei no podrá contra todos.
La coordinación de ambos, más allá de las discrepancias que puedan surgir, son el basamento que dan solidez de la Democracia. Hoy el síndrome que se destaca es “filtraciones y grietas”, mezcladas con ambiciones desmedidas, que procuran ir ganando terreno en sus ámbitos de poder.
Si no se percibe que hay que reconstruir el poder político basado en los acuerdos y consensos, las frustraciones y fracasos harán aún más dificultosa la vida de los argentinos.
Es evidente que se están equivocando. La ambición desmedida les está impidiendo ver el bosque, sólo perciben el árbol. Y eso es un error que tiene costo.
Escriba su comentario