Los argentinos, o por lo menos una gran parte de ellos, están realizando un curso acelerado de economía en sus dos versiones -macro y micro-. Por otra parte, procuran interpretar mecanismos que pertenecen a las distintas variables que están en un mercado que ha probado todo.
Cuando se escucha al presidente Javier Milei intentando transmitir estructuras de su plan económico y realiza las comparaciones con procedimientos anteriores -señalando sus fracasos- utiliza su formación economicista, comprensible solo para aquellos que tienen una profesión similar, lograda solo en las Facultades de Ciencias Económicas.
Es evidente que todas las argumentaciones que, tanto el titular del Ejecutivo como el ministro de Economía Luis “Toto” Caputo, hacen conocer en entrevistas periodísticas o exposiciones ante sectores del empresariado argentino, están destinadas a unos pocos.
Los restantes hacen agua y deben apelar que otros profesionales de los números, echen luz sobre aquellas operativas que dicen son necesarias para lograr sacar al país de la caída libre en la que aún estamos.
Ahora, según expresaron, se inicia el recorrido de la segunda etapa que se registrará sobre los seis meses de gobierno pendientes hasta diciembre de 2024. En 10 días -aseguran- comenzará oficialmente el nuevo esquema monetario que absorberá más pesos del mercado.
La línea que comenzó a bajar desde el Palacio de Hacienda es que la economía tiene que moverse hacia una “convergencia” entre el 2% mensual al que se actualiza el dólar oficial y la inflación mensual, para luego desacelerar aún más.
Estas elaboraciones, que implican fundamentalmente comenzar a “chupar” pesos del circuito financiero achicando el circulante, son una metodología que provocará cambios muy profundos, donde los bancos comenzarán a instrumentar sus políticas, basados en evitar se produzca un “descalce” de sus recursos y se precondicionen para levantar el cepo cambiario -el fin de los pasivos remunerados del Banco Central- que tiene en la mira una segunda etapa con la negociación por los “puts” de los bonos del Tesoro, que la inflación y el ritmo de la devaluación deberán -necesariamente- converger lo más cerca del cero para tener el terreno preparado.
Si la pretensión de la estructura gubernamental -netamente economicista- es que el ciudadano de a pie pueda comprender está en un error conceptual importante.
La comunidad, en líneas generales, solo comprende la “Economía del bolsillo”, que en realidad es la que le permite llegar a fin de mes cubriendo las necesidades básicas elementales. Lo otro es un “negocio” para pocos.
Parte de la ciudadanía sentirá a corto plazo que sus vicisitudes aumentarán y que a la falta de circulante habrá que sumarle los vaivenes inflacionarios, acompañados de una revalorización sistemática del dólar “blue”, alternativas que infieren en sus economías familiares, y eso será las que comprenderán.
Hay un enorme espacio que separa la comprensión ciudadana de los programas complejos que elabora el gobierno libertario. Esta segunda parte será, no tenemos ninguna duda, la más cruenta y dolorosa para los sectores pobres e indigentes.
También es factible que la reformulación integral del mercado se lleve puesto a emprendimientos que no están preparados para la libre competencia y mucho menos si se establece la caída de las barreras arancelarias para la importación.
Decía Javier Milei en su última entrevista periodística: “Yo voy a poner a la Argentina entre los mejores países del mundo”. Agregando: “Será un ejemplo del liberalismo total, convirtiendo al país en un mercado abierto, que admita por ser conveniente para sus ingresos, comenzarán a invertir en nuevos emprendimientos que faciliten el crecimiento y abran las puertas del futuro”.
Los dichos y su vehemencia, ante un interlocutor complaciente, dejó innumerables preguntas y dudas, en tanto cuando se corta, achica, se descartan los controles, impera la anomia en un mercado que nunca fue fácil. Lo que se viene es netamente disruptivo.
Ya comenzaron a proyectarse los indicadores que señalan que el país se está degradando, aumentando los índices de pobreza, indigencia, desempleo, cierre de Pymes, entre otras variables que muestran la decadencia Argentina.
Surgen los que podríamos denominar “daños colaterales”, a los que Javier Milei no les presta demasiada atención, pero que son parte de la sociedad descartable que el presidente liberal-anarcocapitalista con sus bases ideológicas también pretende achicar, dejando solo a los que puedan hacer frente a una profunda transformación interna.
Se sueña con un país nuevo, virtuoso, en el que todos querrán vivir e invertir. Sería la panacea que pretende transmitir Javier Milei en su nueva mirada de líder liberal del mundo que se viene.
Por ahora, la realidad está indicando otro final...
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