JUEVES 21 de Noviembre de 2024
 
 
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El gran simulador...

Fue una buena película que mostraba la ductilidad de un personaje que simulaba actitudes, acciones, que operaba en negocios utilizando siempre una estructura que ponía de relieve que podía transformarse en diferentes personas. Un síndrome psicológico no muy común.

Ese aspecto nos hizo acordar al presidente argentino, Javier Milei, cuando durante su exposición en el Coloquio de IDEA, en el cierre del evento empresario, volviendo a motivar al sector privado a invertir, tuvo algunas expresiones que pusieron de relieve que está desarrollando un juego de oportunidades con todos los argentinos.

Simula estar interesado en el bienestar general, pero la realidad demuestra lo contrario. Ese efecto se ha contagiado a sus colaboradores más estrechos, por caso Manuel Adorni vocero presidencial y factotum de varias áreas gubernamentales que ha demostrado, cuando realiza las estudiadas apariciones ante el periodismo, o algunos ex colegas, un cinismo que resulta preocupante, más allá de su calmosa forma de expresarse que resulta poco convincente.

La figura presidencial elaboró, en su etapa de actuación en la farándula, personajes de diferente naturaleza. Simulaba ser el erudito en economía, como el salvaje que atacaba sin piedad a quienes, por sus formaciones, podrían considerarse colegas y a los que denomina “econochantas”, o el chispeante que tanto maneja la denostación, el agravio como la sonrisa sobradora que “ningunea” haciendo de la ironía una de sus mejores armas.

También conformó la figura del “Rockstar”, convirtiéndose en una expresión artística sin alcanzar vuelo ni preponderancia, pero le bastaba para armar la estructura del “simulador”. Nunca se podía establecer cuál era su objetivo. Un claro manipulador.

Esas épocas pasaron y por efecto de su desparpajo, de alcanzar rating importante y resultar atractivo -en una primera instancia para el target de los 17 y a los 25, etapa de la rebeldía- a considerar que se abría una oportunidad en el plano de la política nacional y se lanzaron a la “cancha”.

Un discurso disruptivo, sin trabas ni limitaciones, y eso le abrió la posibilidad de ser alguien diferente que generó ser elegido por un alto porcentaje de la sociedad, agotada y hastiada por los políticos que manejaban el país entre: insistir en el fracaso, la prebenda, de políticos y gremialistas millonarios y seguir medrando en una pobreza e indigencia que aumentaba considerablemente o intentar el CAMBIO.

Y quien había hasta allí simulado ser el buen ciudadano formado en economía que ofrecía crecimiento, futuro y terminar con la “casta política” de los últimos 40 años, fue elegido presidente de la Argentina.

Hasta ese episodio se encuentran razones que justifican porqué Javier Milei, sin respaldo institucional, sin partido, sin representantes en provincias ni en cuerpos legislativos, logró llegar al “Sillón de Rivadavia”. Era eso solo: Milei, el “ilusionista”.

Todo eso que hemos relatado en forma suscinta, está quedando reflejando en el desarrollo de los casi once meses de gobierno mileista. Con un mando centralizado en el “triángulo de hierro”, integrado pro el presidente, su hermana Karina Milei -hoy proyecto a futuro- y el asesor estrella, un pequeño Rasputín argentino, Santiago Caputo. Ya en el poder, sus actitudes comenzaron a mostrar algunas de sus partes ocultadas o manifestadas pero que pertenecían -supuestamente- a un papel en su paso para los programas de espectáculos.

Llevados a la práctica real, el personaje se transformó en “varios personajes”, Atila, Maquiavelo, Rasputín y, más cercano en el tiempo, émulo de Murray Rothbard, economista norteamericano, Milton Friedman, Friedrich Hayek, economista austríaco, entre los más sobresalientes. De ellos saca lo mejor y lo peor para ponerlo en funcionamiento en una sociedad que recién está descubriendo qué es el liberalismo y ni hablemos del anarcocapitalismo.

Javier Milei se convirtió en un “insultador”, denostador, consuetudinario y le agregó a esas desviaciones sociales el erigirse en juez de toda la sociedad que se atreve a pensar diferente.

Todo un personaje, que simula bonanza escondiendo su intimidad agresiva, soberbia, que desluce inclusive aquello que gran parte de la sociedad comparte.

Habla de corrupción y sus más cercanos colaboradores arman una Fundación para pedirle colaboración económica a los grandes empresarios para solventar su armado político de la Libertad Avanza. Una acción coercitiva que no hay forma de disimularla.

Denosta a los que hacen de la pauta una norma para alcanzar respuestas positivas en los medios y su asesor estrella, a cargo de suculentas carteras, dispone de montos multimillonarios para publicidades de empresas del Estado.

En definitiva, simulamos ser buenos, pero obramos con intencionalidades non sanctas, que ponen en tela de juicio las conductas de quienes operan en consecuencia.

Decía con énfasis: “No acuerdo, no negocio, no transo, pero asadito por medio viabilizó canalizar a dirigentes del macrismo en puestos del Estado, por ganarse los votos legislativos que le hacen falta para lograr sus objetivos. Así es el presidente Milei.

Vale la pena replantearse dónde estamos parados y qué futuro nos espera. Todo indica que vamos camino a un totalitarismo absoluto y ya, en muchas circunstancias, sin ningún disimulo.

Y vuelve el reiterado interrogante: ¿Hasta cuándo soportará la sociedad?, ¿O decidirán elegir uno que también represente un cambio?

Falta un tiempo, pero los movimientos ya comenzaron.

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