SÁBADO 21 de Diciembre de 2024
 
 
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La política da un poquito de “asquete”...

Alguien con años de trayectoria en estas cosas de la política decía, con inusual frecuencia: “Si querés entender la política tenés que aprender a comer sapos y mucho excremento”.

En un principio no parecía una exageración, porque la veíamos como uno de los mecanismos que formaba parte del sentir democrático y le permitía a la sociedad expresarse a través de sus representantes, ubicados en cualquiera de los tres poderes que son el trípode sobre el que se construye la participación de la ciudadanía en el proyecto de crecimiento y futuro de un país.

Pero la realidad nos muestra que la política se ha convertido en un manejo de oportunidades, buenas o malas, pero que sirvan a los propósitos de aquellos que sienten la necesidad de llegar al poder.

El gobierno que está planificando el libertario-anarcocapitalista declarado Javier Milei, nos ha colocado en un escenario controvertido, donde los enfrentamientos por alcanzar determinados objetivos no tienen límites y las personas que deciden “jugar” en ese terreno ponen de manifiesto cuál es el rango de “miseria humana” a la que se llega para quedar bien con Dios y con el Diablo.

El marco de discusión que se planteó alrededor de la nueva fórmula para equilibrar, en parte, aquello que reciben los jubilados, fue extenso y se pudo lograr consensuar un mecanismo que comenzaba el proceso de recuperación.

La reacción presidencial no extrañó ni a propios ni a extraños. Sujeto a su forma de actuar en todos los terrenos, “se hace lo que digo, o no se hace”. Un posicionamiento totalitario, rayano en lo dictatorial que no admite opiniones ni acciones contrarias a sus planes, que considera los únicos que pueden resolverle los problemas a todos los argentinos.

Ni consenso, ni negociación; nada de acuerdos, solo aquello que Milei y su pequeño grupo de poder consideran no debe modificarse, como es el caso del déficit cero, dominar indicadores de inflación a cualquier costo y mantener el superávit fiscal caiga quién caiga.

Hubo un acuerdo legislativo y se esperaba poder mantenerlo, atento a que procuraba nivelar los ingresos de uno de los sectores sociales más castigados del país, los jubilados. 

Naturalmente ese reacomodamiento tenía un costo al cual se resistía el presidente Milei aceptarlo. En razón de ello apeló al reglamentario veto total.

En el proceso que medió entre su aprobación y lo resuelto en el día de ayer, el presidente Javier Milei y parte de sus colaboradores presionaron, prometieron, negociaron y, finalmente, lograron el objetivo doblegando a un sector muy debilitado del radicalismo que hace un tiempo que ha comenzado a perder su verdadera identidad.

Se puede considerar un éxito político de Milei, tras tres reveses legislativos que suponían una forma de comenzar a mostrarle al presidente que, para gobernar, deben conciliar todos los poderes de la Democracia.

Hoy -ante el suceso concreto del revés sufrido por sectores que intentaron comenzar a canalizar mecanismos de acuerdos a futuro- volvieron a sufrir el escarnio a que los sometió el presidente, materializando que el poder está centrado en el Ejecutivo y sus decisiones no se discuten.

Podía esperarse que se pudieran compartir proyectos y que hubieran podido llegar a los acuerdos parciales que, de alguna manera, protegiera los objetivos gubernamentales sobre el déficit y superávit, pero cediera en parte al reclamo legítimo de jubilados que hoy están padeciendo los avatares de una economía que no logra recomponerse.

Nada de eso fue factible, un manejo deleznable de un sector de la clase política perteneciente al radicalismo puso en evidencia que la “casta” está presente y, más allá de las críticas presidenciales, sigue siendo un factor de uso necesario cuando los intereses del libertario están en juego.

Los cinco legisladores radicales, sumados a los que se agregaron durante la sesión, son ahora el blanco de las críticas más severas de una gran parte de la sociedad. Tendrán que enfrentar a sus votantes y explicarles porqué dieron vuelta sus votos.

Ellos mostraron que esta política produce una profunda aversión. Ya nada es creíble. Todo está sujeto a determinados manejos que resultan nauseabundos y como dijo el viejo conocedor de la política: “Si querés entenderlos, aprendé a comer sapos y excrementos”...

Aparentemente, parte del radicalismo está aprendiendo...
 

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