Es indudable que las estrategias adoptadas por el “triángulo de hierro” que mantiene el poder gubernamental, mal que le pese a muchos, les está dando resultados.
Es ajustar y aflojar mientras observan las reacciones que dentro de un grupo humano nunca son iguales, por el contrario, muestran los aspectos que hacen a su formación y firmeza ideológica, muchas veces debilitada por ser oportunismos y los excesos de ambiciones empujados por egos incontrolables que los llevan a replantearse que aceptan los “mendrugos” que les tiran o en su defecto pierden.
Es un juego realmente conflictivo en el que quienes se animan a jugarlo están condicionados por sus propios límites. Uno de los factores es perder posicionamientos, que hoy los hacen sentir como poderosos. Cuando en realidad son piezas de ajedrez -peones- que Javier Milei, Karina Milei y Santiago Caputo manejan a su antojo, bajo a la consigna “No sirve, no comparte y obedece, entonces: ‘AFUERA’”.
Y de esta manera se está formalizando una “mini estructura” del poder, fácilmente advertible, la cual se ha comenzado a temer por sus reacciones agresivas que no convalidan otras alternativas del pensar político, convirtiéndolas en enemigos, a los que se debe destruir.
Existen innumerables antecedentes en la historia que ponen de relieve diferentes comportamientos que dieron distintas interpretaciones a la forma de hacer política. Javier Milei se nutre, al igual que Santiago Caputo, de todo aquello que cada uno aporta para las bases de un nuevo liberalismo, al que el presidente robustece y endurece con el pensamiento anarcocapitalista de Murray Newton Rothbard (1926-1995), uno de sus principales teóricos.
Estas bases sostenidas por el presidente libertario establecen que: “El anarcocapitalismo es una filosofía extrema dentro del liberalismo que plantea el ideal de llegar a una sociedad capitalista sin Estado”.
“A diferencia de otras vertientes liberales, los anarcocapitalistas llevan la idea de provisión privada de bienes y servicios a niveles extremos, eliminando el Estado en la provisión de Dinero, Salud, Educación, Seguridad, la Ley y todas las esferas de la gestión pública”.
Hasta el presente, enmarcado en las bases de Federico Sturzenegger, a quien colocó al frente del Ministerio de Regulación y Transformación del Estado, avanza, habiéndose fijado metas, consustanciadas con la instrumentación de una economía donde prevalecen como paradigmas insoslayables: el superávit fiscal y déficit cero.
En este tablero de un complejo “ajedrez” va generado estados sociales convergentes, que responden positivamente a sus acciones disruptivas. Lo sucedido con el sistema previsional de las jubilaciones de privilegio deparará etapas judicializadas pero, mientras ellos pelean por recuperar “dinero”, él gana adhesiones porque pretende un plano de igualdad y ese es el argumento que la ciudadanía, y en especial los jubilados que están sometidos a la pobreza, ve con satisfacción y apoya.
Una acción de variadas aristas. Si uno ve solo el ataque a Cristina Fernández de Kirchner, o a funcionarios de sus gobiernos, están mirando con un solo ojo. El objetivo está mucho más lejos y tiene otros alcances.
La idea es concretar los fines: “... destrucción de la casta y anular todos sus privilegios”. Algo similar ocurrió con los gremios aglutinados en Aerolíneas Argentinas. Provocó que la sociedad se rebelara cuando los sectores gremiales los usaron de ariete para lograr mantener sus privilegios. Eso los rebeló y determinó que desistieran -los gremios díscolos- y se entregaran mansamente. Hoy el gobierno logró su objetivo y la línea aérea de bandera será privatizada. Un suceso inobjetable a esta altura.
Ahora está observando los “coqueteos” con Donald Trump, recientemente electo presidente de un, sino el primer, país más poderoso del primer mundo. Asume el control de EE.UU en enero, aunque el presidente argentino intenta un acercamiento, extraño si se quiere, dado que no resulta saludable con antelación ponerse a disposición y entregarse mansamente; más allá de las necesidades económicas futuras que pudiera resolver el presidente americano.
Pero todo obedece a estrategias. Ésta es acercarse al más fuerte. Decirle palabras grandilocuentes a las cuales el ego del presidente Trump no se resiste, aunque sus planes van más allá: ser considerado un líder con respaldo del poder y de esta manera respaldar sus acciones.
Javier Milei está intentando aprender a nadar en ámbitos infectados de “tiburones”.
Habrá que ver si el repelente que se ha puesto lo coloca a salvo y de esta manera logra los objetivos de acercar Argentina al gran mercado liberal del mundo.
Los resultados se verán en el 2025. Hoy solo se percibe ebullición interna.
Disconformismo de quienes se manifiestan como “colaboracionistas” y una muy cerrada -aunque desordenada e inorgánica- oposición.
El presidente argentino nada en aguas muy turbulentas y con él un país que se mueve entre la decadencia y la esperanza de alcanzar la recuperación.
¿Se podrá?
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