SÁBADO 26 de Octubre de 2024
 
 
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Nada termina, todo recién empieza

Se podría suponer que es un juego de palabras, pero en realidad es el panorama que ofrece la Argentina hoy, que no deja de convulsionar por no encontrarse el tratamiento adecuado que permita alentar esperanzas que hay una “lucecita al final del túnel”.

La calma ya es un síntoma desconocido para la mayoría de la ciudadanía. La ausencia de políticas consensuadas en procura de alcanzar determinados objetivos, cada vez aparece más alejada de los intentos de quienes son responsables de conducir al país.

Seguimos hablando de la responsabilidad de la “casta corrupta”, mientras se materializa un nuevo sistema social que es lo mismo, pero con distinto aroma.

Las elecciones del pasado noviembre del 2023, catapultaron al “Sillón de Rivadavia” a una nueva figura que no se anotaba en la lista de políticos conocidos y que traía en sus “mochilas” un esquema definido como: “La doctrina política que postula la libertad individual y social en lo político y la iniciativa privada en lo económico y cultural, limitando en estos terrenos la intervención del Estado y de los poderes públicos”. Así se materializaba la novedad liberal.

Era, sin lugar a dudas, algo nuevo que muchos ciudadanos, ciudadanas, abrazaron en la desesperación de no repetir los fracasos de una política que se envileció con el transcurrir de los años, que disfrutó de las mieles del poder y dejó de ver a la gente como sus “mandantes” para convertirlos en sus “esclavos”.

Expresaba el florentino Nicolás Maquiavelo, considerado el “Padre de la Ciencia Política”, “Lo importante no es el deber ser, lo importante es el ser; lo fundamental, solamente, es el cómo acontece determinado suceso de carácter político y cuál es la mejor manera de desarrollarlo y de sacar provecho”. Eso percibió Javier Milei o su hermana Karina Milei.

Agregaba en esta definición: “Ya no hay caracterizaciones sobre lo que queremos, sino sobre cómo hacemos para el manejo del poder”. Esta reflexión basada en la teoría maquiaveliana, está sustentada en el pragmatismo y no hace más que expresar su atención a la maleabilidad de la “naturaleza” humana.

Es decir, todo aquello que nos rodea y a lo que respondemos, es nuestra responsabilidad y sucede porque lo hemos elegido y está consustanciado con el concepto filosófico según el cual los seres humanos tienden a compartir una serie de características distintivas inherentes, que incluyen formas de pensar, sentir y actuar.

Los fracasos y las frustraciones de no poder ver reflejado en nuestro diario vivir todo aquello que elaboramos en nuestra mente, más allá de considerar las diferentes formaciones intelectuales de cada miembro de la sociedad, nos hace renegar de una realidad que no surgió de la nada: “Fue la que se eligió”.

Javier Milei fue el intérprete de este fenómeno social que hoy transitamos los argentinos. Sentimos el rigor de ciertas medidas de orden económico que repercuten en lo social mostrando un “masoquismo” inexplicable y aceptamos continuar.

Alguien dijo: “No los somete el dolor ni las crecientes necesidades, sino que los espanta el pasado”. Es ciertamente un terreno fértil para que se luzcan psicólogos, psiquiatras, sociólogos, antropólogos, especialistas en el comportamiento humano, y puedan encontrarle una explicación coherente que nos permita entender todo lo que está pasando a nuestro alrededor.

Ya habría que decir, a seis meses: “Parte de la culpa es de Milei” y si hay más responsables, están en la sociedad. Se lleva medio año de gobierno y lo único que se ha podido ver es una confrontación en el plano de lo político, sin que se logren soluciones a la pobreza, indigencia, desempleo, caída del poder adquisitivo, cierres de Pymes, notorio achicamiento de grandes y pequeñas empresas que procuran sobrevivir. Es una Argentina en destrucción.

Un ataque sin precedentes a los sectores productivos. El intento de sentar las bases del liberalismo-anarcocapitalista como la “fuente de sabiduría política” que pare la caída, hasta ahora no se ha producido.

Nada de esto es casual, sino que responde a la causalidad centrada en la condición humana que acepta resignada a pensar en un mañana que no se puede visualizar, porque forma parte del sueño de la esencia humana.

En concreto, la importancia fundamental, tal como lo expresa el pensamiento de Maquiavelo es: “respecto a la idea de pensar en el mantenimiento del poder, ergo, en el cuidado y la conservación del poder político, de las propias estructuras que permitan mantener el orden y el control del un mínimo Estado”. Cueste lo que cueste y caiga quién caiga.

Recién estamos en el comienzo. El DNU y lo que queda de la Ley Bases son parte de la prueba que pusieron, en un escenario problemático. Lo grave es que aún las viejas estructuras políticas, vigentes hasta el 10 de diciembre del 2023, siguen teniendo “poder de fuego”. Y no le han encontrado la forma para “encapsularla” o consensuar para generar futuro.

Falta el extenso recorrido que plantea el “plan Sturzenegger”, donde se habla de más de 3000 modificaciones a las normas sobre las cuales está formulado el país actual. Esto -dicho por el presidente Milei- recién empieza.

Y permite pensar que, si hasta ahora fue duro, lo que viene se presume peor.

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