Alguien nos podría decir: “Todo es política” y tal vez tengan razones suficientes que podrían demostrar que de una manera u otra no hay nada que escape a las contingencias de las políticas que se conjugan en el marco del funcionamiento de una sociedad.
La desaparición del niño correntino de 5 años, Loan Danilo Peña, ha conmocionado a todo el país, que se hace la misma pregunta de los familiares y vecinos de la localidad de 9 de Julio, provincia de Corrientes: “¿Dónde está Loan?” y “Queremos que aparezca Loan”.
Lamentablemente en esta Argentina, hay cientos de Loan, que producto del narcotráfico, del tráfico de personas, de los efectos de la pedofilia -un grave dilema mundial-, de los ataques intrafamiliares que sufren los niños y niñas, entre otros problemas que se conocen, pero no todos alcanzan la notoriedad que generó la situación que tiene como víctima al niño correntino. Y eso es un llamado de atención para las sociedades en general.
Hubo graves errores del procedimiento que siguió al tiempo inmediato en que se registró la desaparición de Loan y esto se pudo saber por el avance de los medios que irrumpieron en el pequeño poblado para seguir de cerca un “operativo” de búsqueda que estuvo, desde el principio, viciado por un cúmulo de desaciertos de parte de la acción policial local, de una marcada inexperiencia judicial que nunca alcanzaron a comprender que estaban ante un suceso marcadamente delictivo y debían preservar todos los ámbitos en los cuales se supone se desarrollaron los hechos.
Los medios de prensa presentes, en su afán -legítimo- de “ganar la primicia” se convirtieron en los voceros de cada acción que se realizaba. Hicieron reconstrucciones personales invadiendo un terreno que debería haber sido preservado para evitar se pudiera desvirtuar una posible prueba. <EM>Todo culpa de la improvisación y el -supuestamente- desconocimiento de los mecanismos que deberían haber obrado en esa circunstancia.
Se fue; desde un niño perdido extraviado en el monte, cuando presuntamente se separó del grupo que se dirigía originalmente a un naranjal, a las versiones que nunca fue ni acompañó permaneciendo en un determinado sector, alrededor de la casa de la abuela. Esto hasta que alguien habló de la captura del niño, apareciendo la figura del rapto con fines pergeñados por el delito de trata de personas.
Sorprendió el rápido acceso periodístico que se tuvo al desarrollo de las investigaciones, cuando una vez operado el “Alerta Sofía”, deberían haberse impuesto los mecanismos que permitieran preservar todos los elementos que se podrían ir recolectando. Todo muy confuso y apropiado para delito cometido.
Reemplazados, fiscales, jueces, la presencia de fuerzas de la policía Federal, Gendarmería, Fuerzas Especiales y ya tarde se comenzaron a recorrer los caminos indicados por especialistas en criminología que estaban indicando cuáles eran las acciones que se señalan para estas situaciones. <EM>Es en estos momentos que se pudo percibir que hasta allí, lo realizado, no se ajustaba a ningún programa y todo estaba mal hecho.
En realidad se dificulta la tarea para definir si toda esa “parafernalia” de colaboradores que salieron a rastrillar, con buena voluntad pero sin planificación, fueron parte de un plan elaborado para lograr el objetivo de “despistar” y dar tiempo o, simplemente, impericia.
En este manejo poco claro donde estaba en juego la desaparición de una criatura de 5 años y con antecedentes sobrados que esas zonas con innumerables pasos clandestinos a países vecinos, por donde se filtra el narcotráfico, la trata de personas, entre otras aristas delincuenciales, se hizo un manejo desordenado, con suposiciones, conjeturas, plantaron dudas, hubo intervenciones políticas de todo tipo y color, con un resultado negativo que solo ha provocado profundo dolor en la sociedad argentina.
Varios especialistas en materia criminológica y dedicados a la interpretación de los elementos que rodean a una acción de esta naturaleza, señalaron que los momentos más importantes de la investigación se perdieron y que, en la medida que se amplía el tiempo vacío de elementos sin que nada indique -seriamente- lo que pudo ocurrir, aumentan las posibilidades del riesgo que sufre la víctima, en este caso Loan Peña.
Hoy, los habitantes de la localidad de 9 de Julio sienten que han sido defraudados y, según sus propias expresiones, temen por sus hijos pequeños. Ya dejaron las marchas pacíficas pidiendo por la aparición de Loan para pasar a cortar rutas, exigiendo respuestas, que hasta ahora no han tenido.
También se percibe una clara politización de un suceso que para nada debería haber sido herramienta para mostrarse. Tanto la inoperancia del gobernador Valdés, que cometió gruesos errores verbales, especialmente cuando señaló sobre los pasos “efectivos que se estaban dando en procura de encontrar a Loan”; lo mismo ocurrió con la acción de la policía local y con la justicia correntina. Ahora hay que determinar si fue una maniobra distractiva, o incapacidad manifiesta.
Luego apareció la ministra de Seguridad de Nación, Patricia Bullrich, hizo paseos, se mostró, hubo fotos y desapareció, fue un nuevo intento político de generar presencia.
Pero Loan Danilo Peña sigue sin aparecer y, si bien ahora se estarían cumpliendo con todos los requisitos que exige una investigación formal, pasan las horas y se desvanecen las esperanzas.
Hoy existe un reclamo nacional a los efectos de que se instrumenten los mecanismos que ya existen para salvaguardar a nuestros niños de los peligros del flagelo que azota a gran parte del mundo, en especial en territorios donde se han fortalecido las prácticas del narcotráfico y trata de personas.
El país quiere respuestas, y no de la política precisamente.
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