El “jueguito” nos está haciendo aprender una nueva forma de ver e interpretar al político, y a leer entre líneas, cuando desde un micrófono se pregona su interpretación de la realidad, que normalmente difiere bastante de la que soporta la sociedad.
Durante 67 minutos, con una Plaza de Mayo colmada por una multitud, que algunos consideran con una cifra otros con otra, nosotros nos apegaremos a nuestra costumbre que es procurar no decir cosas que realmente no podemos demostrar. Lo real es que había mucha y de todo el país.
En ese ámbito, bajo una persistente lluvia que por momentos se cortaba, la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, en calidad de única oradora, se explayó sobre los temas que le son habituales: la economía, sus críticas al FMI, la Justicia... para la que tuvo palabras realmente fuertes y descalificantes. 
No dejó de nombrar a Mauricio Macri y su paso de cuatro años por el gobierno anterior como el “hacedor” de esta debacle que sufre el país. Y lanzó el llamado a un “pacto de la Moncloa a la Argentina”, para rechazar las fórmulas actuales que propone el Organismo de Crédito Internacional (FMI) y encontrar otra forma de pagar la deuda.
En ningún momento, pese al reclamo de los presentes que idearon cánticos relacionados con “Cristina Presidente” y el “Una más y no jodemos más”, encontraron el mínimo gesto que respondiera de una u otra forma. Ni admitió ni desmintió. La Duda crece.
Analistas políticos, periodistas de distintas vertientes, dieron su impresión, a favor y en contra. La realidad, una sola, hoy por hoy: es la única que puede mostrarse en un ámbito de las dimensiones de Plaza de Mayo, evidenciando que tiene un piso electoral que debe ser tenido en cuenta.
Después, si el análisis de lo que dice tiene mucho de elaboración propia, conteniendo sucesos ciertos u otros manipulados, son parte de lo que indudablemente la fundadora del Instituto Patria provoca en cada aparición. 
Lo concreto es que el “árbol no debe tapar el bosque” y más allá de los gustos ideologizados que aprobemos o desechemos, Cristina sigue ostentando un poder que debería preocupar a más de uno. Nadie ha podido destruirle su “núcleo duro”, realmente fanatizado, que no entiende de razones. 
Mientras esto ocurría el “pseudo presidente” que ya oficia claramente del síndrome del “pato rengo”, apareció en el Tedeum y teatralizó en el oficio religioso un episodio, pidiendo la palabra para dejar sentado lo que todo el mundo ya sabe: no aspira a nada y se retira el 10 de diciembre. Alentó por la unidad de los argentinos y después, casi a escondidas, se fue, tomó el avión que todos pagamos, 25 millones de dólares y voló a Chapadmalal, donde lo esperada su familia.
No sin antes, impávido, escuchar las durísimas palabras del cardenal Mario Poli, que trazó un desolador mapa social en el último oficio religioso que asistirá Alberto Fernández como presidente. “Seis de cada diez niños son pobres y dos sufre privaciones graves”, afirmó Poli, un hombre del Papa Bergoglio, mientras que el presidente lo escuchaba sentado en la primera fila.
Mayor desolación ciudadana imposible de lograr. Afrontamos las PASO, luego en octubre las elecciones que, sin lugar a dudas, serán la antesala del balotaje, donde aparece una figura hoy preponderante en las definiciones que el país espera: Javier Milei, y cuando den vuelta las urnas en noviembre, veremos qué respuestas dio el voto de la ciudadanía.
Todo es una gran incógnita. De hoy al 24 de junio pueden suceder innumerables acontecimientos políticos. De prosperar el pedido de “indulto total” que se le pide al presidente para Cristina Fernández de Kirchner y Milagro Sala, surge un nuevo escenario. De no ocurrir esto, aparece una grilla de candidatos por el oficialismo que deberá dirimir en la interna obligatoria. Aunque hoy, la realidad de las encuestas nos indica, si estas fueran certeras, que ninguno llega.
En el otro sector se disputan ardorosamente los lugares de privilegio Larreta y Bullrich, asomándose ahora Lilita Carrió, y subyace la figura del fundador de Libertad Avanza como un número puesto para dirimir candidaturas.
Un enorme acertijo, que por la revisión que hemos realizado de situaciones eleccionarias anteriores, no se había dado nunca con tanta complicación e incertidumbre.