VIERNES 03 de Enero de 2025
 
 
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“El abrazo del oso”...

Como explican los entendidos es una expresión “abrazo del oso”; sinónimo de un gesto falso, sin sentido, que además, en el fondo, esconde una trampa. Algo o mucho de esto es lo que se percibe en el trasfondo del manejo político libertario.

Los disimiles posicionamientos del presidente Javier Milei, muestra que opera basado en estrategias que tienen en cuenta ambiciones personales y el ego de los políticos que debe confrontar para lograr tras las tensiones sentarlos a la mesa y “domesticarlos” amigablemente.

A los anteriores gestores del veto que cercenó las posibilidades de los jubilados, los llamó “héroes”, procurando un halago que colisionaba con más de 6 millones de dolientes jubilados que no tienen el poder de erigirse en una fuerza real de oposición que puedan mostrar su profunda disconformidad, al ser sometidos a seguir “mendigando” aquello que se ganaron con aportes personales de tres o cuatro décadas, que engrosaban las cajas de los ámbitos previsionales. 

Hoy no se sabe -aún- que apelativos utilizará para distinguirlos del grupo mayoritario de legisladores que pretendieron mantener la ley, tras el tratamiento del veto al financiamiento universitario, a los que lograron blindarlo. 

Es indiscutible que el libertario-anarcocapítalista Javier Milei tiene el poder del convencimiento, generado en la contundencia de sus expresiones y en la intransigencia que muestra para revertir aquello que intenta concretar.

La Argentina colocó en el primer lugar a un extravagante personaje que impulsa la irracionalidad en sus planteamientos como aquello que no debe existir la justicia social porque constituye un acto de envidia ante quienes tienen más.

Es evidente que se aprecia con inusual claridad que estamos ante la falta de una oposición creíble, que se sustente en un apoyo de la sociedad que, en gran medida los rechazó, porque no fueron capaces de producir un verdadero cambio en favor de los sectores populares.

Se quedaron en la prebenda social, mantener los sumergidos para utilizarlos en procesos de necesidad electoral, sin tener en cuenta que estaban ingresando al ‘”cementerio” de la política vieja.

Claramente no supieron o no quisieron enfrentar la inflación y devaluación de la moneda en más de 100% y esto llevó al electorado argentina a buscar un “salvador” que promoviera un programa que contemplara, aunque “doliera” la recuperación de las capas sociales que engrosan los indicadores de pobreza e indigencia. 

Estaba ese porcentaje de la sociedad tan desorientada, desencantada con los que hasta el 10 de diciembre del 2023 que, prometieron la “panacea” y solo eran chupetines que alcanzaban para un rato, quienes decidieron: esto no lo quiero más y comenzaron a mirar a un “farándulesco” antipolítico que estaba ofreciendo el cambio y con absoluta honestidad intelectual lo aceptaron. Era Javier Milei, solo sin estructura pero les decía lo que querían escuchar.

De esta manera se entroniza Javier Milei y dadas a sus características personales se ve como el “líder salvador” con el que nadie puede disentir y mucho menos procurar acordar situaciones que él presidente define como reglas de juego inamovibles el déficit cero y el superávit fiscal.

Sobre esas dos bases se sienta un gobierno liberal, que muestra debilidades estructurales que las salva con apretadas de diversa naturaleza y aplicando el “abrazo del oso” como la estrategia que mayor resultado le ha dado hasta la fecha.

Pero la ley de la naturaleza humana, no muy predecible, determina que no siempre resulta exitoso cuando se repite como una estrategia infalible. 

Javier Milei hoy abreva en una fuente provechosa de experiencias negativas y las que resultaron positivas en otras partes del mundo. Pero la realidad indica que nada dura por siempre. 

Es necesario que se reencaucen las formas de tratar a los que piensan diferente. Debemos restablecer las normas que indican saber convivir con quienes no comparten nuestras acciones.

La realidad indica que nos estamos desbarrancando y enfrentando, situación que nos señala que se hace necesario barajar y dar de nuevo. 

Reconocer que nos estamos equivocando, nos permite respetar y ser respetado.

Pero este paradigma del amiguismo argentino, el presidente Javier Milei prefiere no verlo, de la confrontación ha sacado rédito y las circunstancias de lo que se viene preanuncia que no habrá cambios.
 

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